“Huye la luna” es un políptico pensado como retablo, en el que la suma de las pinturas conforman un cuerpo de relatos, de pequeñas historias, de presencias. Los sucesos quizás se materializan en la introspección lúdica de sus protagonistas. Lo no humano irrumpe en la noche. Irrumpe en el sueño, en el vacío, en el espacio que deja liberado lo humano al replegarse.

El retablo puede ser el escenario de creencias, de mitos, de fantasías. Convocar seres y animales vislumbrados, surgidos de la oscuridad del soporte. El retablo como centro litúrgico, donde sucede el acto ritual, donde la figura de la sombra se unifica sobre sí. O como si se hubieran apagado todas las luces y una visión se manifestara, en la incertidumbre de no saber si eso que se presenta ante nosotros es mundo o mente.

Fragmentos de textos de Beatriz Vignoli y Leopoldo Estol escritos especialmente para la obra.

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